sábado, 30 de julio de 2016

El nuevo gran escándalo en el teatro mexicano

El ambiente en la comunidad de dramaturgos está más que enrarecido. En dos meses pasamos por sendos escándalos armados desde la inmediatez de las redes sociales, escándalos que se trataron de disfrazar de peleas por la legalidad y que, al final y sin escarbar mucho, mostraron su naturaleza hipócrita y cargada de rencores.

Es verdad que la comunidad dramatúrgica, relacionada, mezclada y dependiente de la comunidad teatral, comparte con esta muchas de sus características, unas peores que otras, verbigracia: los dramaturgos, como los hacedores de teatro, tienden a leer muy poco y mal y se encandilan fácilmente con el aplauso fácil. A cambio, el medio teatral también comparte con los dramaturgos uno de sus rasgos más sobresalientes: el teatrero es, supongo que por la naturaleza colectiva de su trabajo, y su carácter de hacedor de espectáculos basados en el conflicto, sin duda la comunidad artística que participa más activamente en la protesta social. Si a alguien, ajeno a nuestras comunidades, le parece peligrosa esta mezcla de ignorancia y mecha corta, le quiero decir que el asunto no era grave hasta que los teatreros comenzaron a usar el féisbuc y el túiter. Ahí sí valió madres. Brotaron pandillas enteras de estultos semi alfabetizados que, confundiendo escenas, ahora levantan calaveras para entonar un contundente “ser o no ser” y se agrupan alrededor de algunas curiosas figuras, dos o tres de ellas con rasgos esquizoides, figuras que continuamente están lanzando manotazos rencorosos desde sus “publicaciones” y, con frecuencia, encuentran suficiente eco para pasar de lo ridículo del berrinche virtual, a lo destructivo de su eco en el mundo “real”.

La estupidez y el oportunismo llegan a tal grado, que apenas se había desmontado el último escándalo y quedaba más que demostrada la hipocresía de los denunciantes, cuando una figura más que menor del medio dramatúrgico, de la que no voy a mencionar ni las iniciales pues no merece ni ese mínimo honor, el sujeto de marras ya andaba queriendo embarcar a la comunidad en una cruzada personal contra los organizadores del Dramafest, y quería hacer pasar una problema personal por un asunto de interés público.


Lo único cierto es que después de cada escándalo que ha prosperado, la comunidad teatral completa, y la dramatúrgica en lo particular, han salido lastimadas y cada vez más rotas. No sé cuál sea el escándalo que sigue, bien decía Tulowitzki que nunca dejaría de maravillarse con la creatividad de los imbéciles. No imagino cuál sea el siguiente agarrón en nuestra comunidad ni de dónde venga, no atino decir si nacerá de un berrinche de Toño Zúñiga o de la sed de venganza de un grupo de alumnos reprobados (como lo que sucedió, no en el medio dramatúrgico, pero sí en el teatral, en Pachuca hace unos meses y que le jodió la vida a una maestra decente). Lo que sí puedo anticipar, es que las redes sociales, con su sed bárbara de sangre de congéneres, cada vez espacian menos un escándalo de otro. La curva natural tiene tres puntos clave: la armo de pedo, tengo eco y el linchamiento llega súbito y al hocico y, el tercero: se aclara el panorama y quedo como un pedero malaleche. Esta curva tiene un espacio entre una y otra, un entreolas, determinado por la sensación de “yo creo que ya se les olvidó”. El problema es que la memoria del medio parece cada vez más corta, y es menos el tiempo que tardan los animalitos en seguir presurosos e inmediatos el sonoro rugir del cañón. Y como Pedro y el lobo, son tantos los berrinches pendejos que logran brincar la virtualidad, que cuando brinquen problemas reales que ameriten la participación de la comunidad, no sabremos diferenciarlos y le bastará a un funcionario público con dar una palmadita en la espalda a los manifestantes, para desactivar la alarma y dejar que pasemos al siguiente tema, como hizo hace poco el Secretario de Turismo con una protesta de la comunidad, más que legítima y que desgraciadamente no logró reunir más convocatoria que los cuatro locos de siempre con sus pancartitas.

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