viernes, 24 de agosto de 2018

Muestra La Libre o la cuota centralista


Hace pocos días se publicaron los resultados de la convocatoria a la trigésima novena muestra nacional de teatro. Una novedad que celebraron apresuradamente las redes sociales fue la disminución de la presencia dominante de obras de la Ciudad de México, pues desde los tiempos de Adán la MNT se ha caracterizado por hacer lo mismo que las políticas culturales de este país: enfocarse en el centro del país, particularmente en la Ciudad de México, y apenas atisbar con el rabillo del ojo la realidad teatral de toda nuestra geografía. O no. Lo que ahora se celebra como un avance en la selección, es que trece de las cuarenta obras seleccionadas provienen de la Ciudad de México (el 32.5%). Menudo avance. En la anterior muestra, de treinta y cinco obras seleccionadas, catorce correspondían al teatro de la Gran Tenochtitlan (el 40%), mientras en la muestra del 2016, solo once de las treinta y dos obras seleccionadas fueron chilangas, un 34.4% de la selección, casi idéntico a la selección actual. Entonces, lo que se presenta un avance de descentralización y se celebra como tal, más parece un muy pequeño accidente estadístico.
Este año se repite el ejercicio de convocar muestras estatales, luego muestras regionales y, a partir de este laborioso y muy caro experimento de inclusión y visibilización, colar cinco obras (un 10%) a la programación de la muestra. Con el detallito de que están pero no están, pues se presentan en un ambiente de condescendencia y marginación, una especie de muestrita paralela que Rodolfo Obregón ha llamado, con el tino que le caracteriza, con la “muestra paraolímpica”. Lo poco que este ejercicio repercute en la programación de la MNT se justificó desde un principio como un experimento inicial que con el tiempo, de funcionar, podría devenir proceso de integración vertebral de la programación. A algunos años de haberse implementado este sistema sigue resultando lo que pareció desde un principio: una válvula de escape para acallar las voces, cada vez más voces, cada vez más autorizadas, que reclamaban que la muestra nacional de teatro más parecía un paseo de las élites teatrales del centro del país por las bucólicas campiñas de la República del Teatro.
Si alguna novedad, realmente, podemos encontrar en esta edición de la MNT, es la ridícula muestra fringe La libre, que proponen varios foros coaligados de la Ciudad de México, aprovechando que la MNT ahora se celebra en el lugar más barato para celebrarse si de todos modos te centras en el centro: adivinaste: la Ciudad de México. La organización de La libre declara:

“Tenemos la certeza de que la celebración de La Libre MT dentro del contexto de la 39MNT en la Ciudad de México, propiciará que se rompan las estructuras medulares de la centralización, se construya un espacio plural para el desarrollo de las diversas poéticas que caracterizan al teatro mexicano y se integre a los espacios independientes como una opción para crecer las posibilidades teatrales en toda la República, dando a conocer, a través de la participación de artistas que por lo general permanecen al margen de los circuitos habituales de programación escénica, el talento y la abundancia de discursos poéticos que existen en todo el país”.

Como idea no está mal. Lástima que se queda solo en la idea. Si la MNT es centralista al programar cerca de un 40% de obras de la Ciudad de México, La libre, que declara que “propiciará que se rompan las estructuras medulares de la centralización”, programa un 87% de obras chilangas, pues de su programación publicada de sesenta y un obras teatrales, solo ocho corresponden a “la provincia”, esto considerando que de las tres obras que denominan su origen en el Estado de México, por lo menos dos son producciones netamente chilangas y la otra ni fu ni fa. De las ocho, pues que nos quedan, solo una, de Nuevo León, está lo suficientemente lejos de la capital para no considerarla hija del centro.
Eso de “…la participación de artistas que por lo general permanecen al margen de los circuitos habituales de programación escénica…” tampoco lo cumple. Es verdad que aparecen muchos nombres que no disfrutan de reconocimiento ni en la misma Ciudad de México que los cobija, pero también encontramos varios los nombres que habitualmente coronan los imaginarios de la cartelera del teatro independiente.
Lo que se presenta, pues, como un ejercicio de descentralización, tanto en lo geográfico como en lo conceptual, no solo deja de cumplirse, sino hace exactamente lo contrario a lo que propone.
Mientras un grupito de orates anda alborotando a las actrices para defender a la mujer en el teatro de una exclusión que no existe y un discurso de diferenciación de oportunidades por el género que solo se da de manera muy tangencial en el teatro mexicano, el centralismo, la verdadera plaga de las políticas públicas, la que vivimos todos los días los creadores que nos declaramos alérgicos al esmog y a desayunar entre la mierda y millones de violentos transeúntes, ese centralismo que en el imaginario relacionamos más con el siglo XIX, sigue pisando fuerte en la toma de decisiones y la asignación de los presupuestos del medio teatral. Si los teatros agrupados en La libre querían ayudarse un poquito con el accidente de tener la MNT en la Ciudad de México, allá ellos y allá los funcionarios que los cobijan, pero que no nos vengan a querer ver la cara de pendejos diciendo que lo hacen por nosotros.

Estrambote
Mario Cantú lo dice clarito: “En nuestro teatro, si no te conocen en la Ciudad de México, no existes”. Así pasa.

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