De qué se ríen
Luis Enrique Gutiérrez O.M.
Si usted es de los pocos, poquísimos mexicanos que han ido al teatro alguna vez en su vida, especialmente a una obra de esas que llamamos, —por no encontrar un nombre más o menos apropiado— de teatro independiente, habrá notado que a pesar de que las funciones se dan con la sala casi vacía, al terminar ésta, los actores y el director salen a recibir los aplausos con una gran sonrisa en la boca, y a salvo de creerlos mejores actores para las caravanas de lo que demostraron durante la obra, seguramente se preguntará: “de qué se ríen esos cabrones”. Y después de analizar las dos horas que perdió, le dará la razón a la gran mayoría de los mexicanos que nunca en su vida ha ido al teatro. Quién quiere ir a ver la obra de un dramaturgo al que le regalan premios nacionales sus maestros y solo reconoce el alfabeto por dibujitos. Quién quiere ver actores que actúan peor que en película pornográfica y ni siquiera enseñan chichi. Obras de directores perdidos en un laberinto estético o encumbrados por un crítico condescendiente y chicanero. Puestas en escena con escenografías de quince años de rancho. Le dará la razón a todos esos que no van y se volverá a preguntar, de qué se ríen, por qué hacer teatro si el público no lo ve y por qué demonios querría verlo el público. Bueno, alguien demasiado vival o despistado le responderá que el teatro se hace por vocación. Pero en la realidad el teatro en México se hace porque es un negocio, aunque le suene raro y le resuene más raro en la soledad del foro, el teatro independiente en México es un negocio en el que dos felones, el director/productor y el escenógrafo, le sacan dinero a las instituciones para producir una obra, se trincan a los actores y dramaturgos con el famoso taquillazo — cosa que en general ellos agradecen porque ni su mamá pagaría por verlos o leerlos—, y si el público quiere ir a ver su obra, bueno, ese es asunto de Dios o del clima. Para la siguiente obra, nuestro dúo dinámico repite el proceso, vuelve a las instituciones, explica que la gente no se paró en la anterior puesta por tres motivos: porque llovió mucho, porque dios no quiso y porque hacen un teatro muy especial, de tan especial que es un teatro para pocos. Lo que no le explican al burócrata mientras les firma el cheque, es que si hacen teatro para pocos no deberían hacerlo con el dinero de todos, que el dios de los cristianos nunca fue muy amigo del teatro, según consta en las escrituras, y que en el teatro mexicano, hace mucho, pero mucho, que no llueve.
Quiero creer, siendo optimista, que hay gente de teatro que realmente se cree las alabanzas que le escupen amablemente sus cófrades y parientes en los estrenos, que en realidad supone justas las opiniones publicadas en los diarios por una respetable crítica amiga de su tía abuela, quiero creer que en el teatro además de felones hay buenos hombres ingenuos, que siguen persignándose con horror cada que alguien menciona la taquilla, por temor a manchar con un signo de dólares su arte, como si por la taquilla, por la que casi nunca pasa el dinero, no pasara siempre el público. Porque más allá de los apapachos condescendientes que el gremio se prodiga de frente en cada estreno, la verdad del teatro, sin importar cuál sea, está incompleta sin la verdad del público, y el público solo tiene un lugar para decir su verdad y es en la taquilla.
El día que nuestra burocracia cultural saque la cuenta de lo que nos cada persona que ve una obra financiada por el estado, el día que nos dé a conocer esa cifra, podremos saber, sin lugar a dudas, de qué demonios, cuando salen a recibir los aplausos, se ríen esos señores. Yo se lo adelanto: se están riendo de nosotros.
Luis Enrique Gutiérrez O.M.
Si usted es de los pocos, poquísimos mexicanos que han ido al teatro alguna vez en su vida, especialmente a una obra de esas que llamamos, —por no encontrar un nombre más o menos apropiado— de teatro independiente, habrá notado que a pesar de que las funciones se dan con la sala casi vacía, al terminar ésta, los actores y el director salen a recibir los aplausos con una gran sonrisa en la boca, y a salvo de creerlos mejores actores para las caravanas de lo que demostraron durante la obra, seguramente se preguntará: “de qué se ríen esos cabrones”. Y después de analizar las dos horas que perdió, le dará la razón a la gran mayoría de los mexicanos que nunca en su vida ha ido al teatro. Quién quiere ir a ver la obra de un dramaturgo al que le regalan premios nacionales sus maestros y solo reconoce el alfabeto por dibujitos. Quién quiere ver actores que actúan peor que en película pornográfica y ni siquiera enseñan chichi. Obras de directores perdidos en un laberinto estético o encumbrados por un crítico condescendiente y chicanero. Puestas en escena con escenografías de quince años de rancho. Le dará la razón a todos esos que no van y se volverá a preguntar, de qué se ríen, por qué hacer teatro si el público no lo ve y por qué demonios querría verlo el público. Bueno, alguien demasiado vival o despistado le responderá que el teatro se hace por vocación. Pero en la realidad el teatro en México se hace porque es un negocio, aunque le suene raro y le resuene más raro en la soledad del foro, el teatro independiente en México es un negocio en el que dos felones, el director/productor y el escenógrafo, le sacan dinero a las instituciones para producir una obra, se trincan a los actores y dramaturgos con el famoso taquillazo — cosa que en general ellos agradecen porque ni su mamá pagaría por verlos o leerlos—, y si el público quiere ir a ver su obra, bueno, ese es asunto de Dios o del clima. Para la siguiente obra, nuestro dúo dinámico repite el proceso, vuelve a las instituciones, explica que la gente no se paró en la anterior puesta por tres motivos: porque llovió mucho, porque dios no quiso y porque hacen un teatro muy especial, de tan especial que es un teatro para pocos. Lo que no le explican al burócrata mientras les firma el cheque, es que si hacen teatro para pocos no deberían hacerlo con el dinero de todos, que el dios de los cristianos nunca fue muy amigo del teatro, según consta en las escrituras, y que en el teatro mexicano, hace mucho, pero mucho, que no llueve.
Quiero creer, siendo optimista, que hay gente de teatro que realmente se cree las alabanzas que le escupen amablemente sus cófrades y parientes en los estrenos, que en realidad supone justas las opiniones publicadas en los diarios por una respetable crítica amiga de su tía abuela, quiero creer que en el teatro además de felones hay buenos hombres ingenuos, que siguen persignándose con horror cada que alguien menciona la taquilla, por temor a manchar con un signo de dólares su arte, como si por la taquilla, por la que casi nunca pasa el dinero, no pasara siempre el público. Porque más allá de los apapachos condescendientes que el gremio se prodiga de frente en cada estreno, la verdad del teatro, sin importar cuál sea, está incompleta sin la verdad del público, y el público solo tiene un lugar para decir su verdad y es en la taquilla.
El día que nuestra burocracia cultural saque la cuenta de lo que nos cada persona que ve una obra financiada por el estado, el día que nos dé a conocer esa cifra, podremos saber, sin lugar a dudas, de qué demonios, cuando salen a recibir los aplausos, se ríen esos señores. Yo se lo adelanto: se están riendo de nosotros.
Interesante su opinion y acertada en gran parte, sin embargo hay cosas en las que "no tiene la culpa el indio"
ResponderEliminarAqui en mi tierra no solo pasa eso en teatro (que muy a pesar de muchos, hacen teatro pa´cuates y familiares, y que efectivamente se escudan bajo lemas intelectualoides del pensamiento) hemos sido testigos de los conciertos de la orquesta sinfonica en su mayoria vacios o con gente que va a dormirse, los "fanaticos" de los ambigus y el vino tinto que ofrecen las inauguraciones de exposiciones etc.
Entonces la culpa es de todos, la mala educacion artistica, las intituciones que no les preocupa la calidad y los resultados obtenidos (que muchas veces son parte de los objetivos de los proyectos presentados) si no que se preocupan por obtener la mayor mortaja y evitar el menor conflicto con sus trabajadores y sindicatos. Gran parte del presupuesto que se destina a la cultura,se va en sindicatos y gastos de representacion y nominas confidenciales de los funcionarios.
Las cosas se hacen por cumplir y no por el verdadero amor al arte. Los grupos "independientes" deben ser amantes del teatro y no vampiros del presupuesto (bendita rebatinga)
Habria que analizar y reevaluar nuestra situacion a medida que haya mas compromiso y mayor responsabilidad desde las instituciones, hasta los actores noveles que tambien hay que mencionarlo, necesitan emprender un largo viaje para poder cobrar como actores completos.
Por otro lado habemos grupos que garantizamos y demostramos buen espectaculo por medio de taquilla y afluencia del publico a las obras y no solo eso si no que presentamos obras en comunidades donde no hay infraestructura para las presentaciones contimenos posibilidades de asistir al teatro.
-El teatro por el placer de hacer teatro.
Por la dignificacion de la cultura.. "no a las mafias en las intituciones"
alan delgado
grupo "uno mas otros" teatro
morelia mich. mexico
www.unomasotros.blogspt.com
Buenísimo el texto, sobre todo porque es muy bienvenido un comentario crítico con humor y no con rasgaduras de vestiduras... Y creo que si le cambiamos donde dice "Teatro" por otras artes, en muchas ocasiones también acertaría la perspectiva... Vale, salud y fuerza al canut. A.G.C.
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ResponderEliminarHola, estoy interesado en montar tu obra Deatriba Rustica y no quiro verme gandalla y quiro pedir su aitorización para llevarla a la escena; tengo más de 20 años haciendo teatro, soy egresado de la UNAM, puedes buscarme en el facebook. Rolando Barcenas Manzo
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