Inteligencia
extraterrestre
En 1977 el proyecto SETI detectó una señal del espacio
exterior que parecía ser originada por una entidad inteligente. La historia
cuenta que el científico a cargo del telescopio Big Ear en ese turno, escribió la
palabra “WOW” en el margen de la impresión de la computadora que mostraba la dichosa
señal, y por eso WOW es el nombre con el que conocemos este evento.
La señal nunca pudo corroborarse por lo que no
se consideró una prueba definitiva. Se supone que estos programas que pretenden
paliar nuestra soledad como especie, cuentan con filtros para discernir entre
una mera casualidad y un evento de contacto real, pero no se corroboró y
seguimos solos. Hasta ahora.
Ayer, un telescopio ruso recibió una nueva señal
WOW. La nota periodística, que puede estar anunciando un hecho histórico, casi
tanto como el descubrimiento de América (perdón por la analogía, más o menos le
pertenece a Ítalo Calvino), nos pasó desapercibida entre las notas de segundo
día sobre la muerte de Juan Gabriel y las que refieren la ridícula cita que
sostendrán Donald Trump y Peña Nieto para hablar de sólo ellos saben qué. La
nota pasó desapercibida, pues, aunque la verdadera nota será si se corrobora la
señal, lo que ya decíamos, es algo realmente difícil (mueves un milímetro el
telescopio en Mongolia y equivale a barrer millones de años luz en el espacio,
así de jodido está el asunto).
En los ochenta/noventa, cuando se usaban esas
antenotas parabólicas para ver algo más en la tele que las mamadas de nuestra
televisión nacional, había un güero en Guadalajara que por trescientos pesos te
jaqueaba la señal de todos los satélites. Tú solo comprabas los aparatos y la
antena, la instalabas al frente de tu casa donde pudieran enterarse los vecinos
de quién era su papi, y el güero hacía su magia, podías ver en vivo desde un
partido de la NBA hasta un combate polinesio por la posesión de dos mujeres o
una vaca. Era una maravilla ese güero.
Del güero hace mucho que no sé nada, puede que
esté trabajando ahora para Dish por veinte pesos y un gansito, pero, también
existe la posibilidad, nada lejana, que se lo hayan llevado los rusos. De ser
así, tenemos muchas posibilidades de confirmar la señal que tanto hemos buscado
y acaso establecer una recepción estable.
La idea es maravillosa. Salvo que no sirve para
un carajo. ¿Realmente seremos mejores si podemos incluir en nuestra selección
de canales de paga una estación de radio en la que unas babosas enormes se
deleitan escuchando canciones de un Leo Dan transgénico? Y suponiendo que
logremos suficiente información para poder traducir el código. Qué mierdas
traducimos. Si no hay realidades equivalentes, no tiene sentido buscar
lenguajes equivalentes. Hace como tres años, estaban traduciendo Odio a los
putos mexicanos, una obra mía, del inglés al ruso. La traductora chingaba la
borrega un día sí y el otro también sobre cómo debía traducir ciertos términos.
A pesar de que le expliqué que si lo supiera yo mismo la traduciría, ella
seguía jode y jode. Donde de plano rompimos relaciones diplomáticas fue cuando,
muy proactiva, la rusa me propuso traducir “pozole” por algo así como un “gulash
con granos de cebada”. Algo así. No sirvió que le aclarara que traducir no es
explicar y que no, que el pozole es pozole, no sirvió explicarle a la necia
pero no sé en qué habrá terminado la cosa. Esto lo cito para ejemplificar lo
que decía de la señal extraterrestre. No importa lo que digan las palabras que
pesquemos, si no sabemos a qué se refieren, cómo o para qué vamos a
traducirlas. Solos estamos, solo seguiremos. Wow.
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